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A bordo del Transiberiano: de Irkust a Moscú

Les compartimos la segunda parte del viaje en el Transiberiano de los chicos de @periplonomade, Ana y Gus. Pueden ver la primer parte acá. 

Si tienen una historia viajera para contar, algún texto para inspirar o quieren mostrarnos lo que descubrieron en sus viajes con una guía de viajes, ¿qué esperan para ser parte de nuestra Comunidad El Nidal? pueden leer un poquito más acá.


Irkutsk nos encantó, nos quedamos algunos días allí con la nieve acompañándonos y la visita obligada fue al congelado Lago Baikal. Congelado en la época que fuimos nosotros, fines de invierno.  

Irkutsk es considerada la capital de Siberia Oriental, fundada por los cosacos en 1661, tiene más historia y más color que otras ciudades de Siberia donde predominan los monoblocs grises de la era soviética. Se caracteriza por sus casitas de madera de alerce y pino, de fines del siglo XIX, en las que cuesta imaginar cómo se sobrevive al invierno siberiano. Los artísticos tranvías son otras de las características de la ciudad. Tuvo en su historia incendios que destruyeron parte de la ciudad. Aquí también están enterrados los líderes “decembristas”, sublevados contra el imperio ruso en 1825 y condenados al exilio en Siberia, cuando este lugar era un castigo y no un destino de vacaciones. Ese dicho popular “te mandan a Siberia…”  bueno, los mandaban aquí.

Es además una ciudad multicultural, muy diferente, con magia, con un no sé qué… quizás por su proximidad al Baikal el lago más profundo del mundo y que tiene mitos energéticos. También, uno de los más grandes y se supone que crece un par de centímetros cada año. Aunque lo único comprobable, en principio, es que alimenta una central hidroeléctrica, algunos también aseguran que tiene poderes mágicos y que quien se baña en sus aguas, heladas incluso la mayor parte del verano, rejuvenece diez años. Vladimir Putin, que no desconoce el poder de los símbolos, les mostró a los rusos cómo se daba un chapuzón y exploró el fondo del lago en un mini submarino.

 

De Irkutsk a Omsk

Dejamos Irkutsk con ganas de volver alguna vez, quizás haciendo otros tramos del transiberiano y conocer al Baikal en verano y darnos un chapuzón, quién te dice nos quite años y nos sume experiencias. 

Este fue el tramo más largo que hicimos. Muy largo: Fueron 39 horas (¡1 día y 15 horas!) de viaje para 2490 kmCon largas miradas al paisaje.

El paisaje a veces es monótono, pero no por eso uno se cansa de ver y admirar. Tupidos bosques y más bosques con montañas. Rusia tiene los bosques más extensos del mundo.

Cuando el trayecto por varias horas circunda el Baikal es un espectáculo aparte.

Y en los Urales la llanura contemporiza con las colinas con el sol coloreando el paisaje.

 

Una de las paradas que recomendaban otros viajeros por la gran distancia hasta Omsk era Novosibirsk. Es la tercera ciudad más poblada de Rusia y la mayor de Siberia. Pero decidimos Omsk porque nuestra intención era desviarnos por unos días de la ruta y hacernos una escapada hasta Astaná, Kazajistán, pues hay un servicio ferroviario que une ambas ciudades.

 

¡No pudo ser, cambiamos capital kazaja por una clínica para hacer una serie completa de controles por el embarazo que ya llevaba… 9 semanas!

Claro, no lo dijimos antes. Pero si, lo hicimos con un embarazo a cuesta, lo que modificó un poco los tiempos y parcialmente el itinerario. Que enriquecedora experiencia, fue un viaje aparte.

Por ese motivo nos quedamos varios días en Omsk, también conviviendo con las nevadas, el intenso frío y la calidez de los rusos de esta ciudad.

 

 

De Omsk a Ekaterinburg

Dejamos los exámenes médicos atrás y continuamos viaje para llegar a la ciudad que divide Asia de Europa, y es el fin o comienzo (según la dirección del trayecto) de la Siberia: Ekaterimburgo, al pie de los montes Urales.

Fueron 12 horas de viaje para 945 kilómetros.

Aquí es donde asesinaron al último zar de Rusia, Nicolás II, junto a toda su familia, en 1918, luego de la revolución bolchevique.

Justamente la Iglesia en la Sangre, la principal atracción de Ekaterimburgo (o Yekaterinburg), que fue construida en el mismo sitio en el que se produjo el asesinato del zar finalizando la era de los zares y dando origen a los siguientes años de comunismo en el país.

Como toda ciudad siempre hay cosas que descubrir, aunque no tengan gran reputación en “atractivos turísticos”. Como no tenemos el chip de “turistas” y si de viajeros abordamos a las ciudades desde otro lugar.

 

De Ekaterinburg a Kazan

Luego de visitar el estadio donde sería la sede más alejada de Moscú en el Mundial 2018 de Fútbol, partimos hacia Kazán, la capital de Tartaristán. En este caso hicimos otra ruta que la que se hace usualmente. Kazán no es una “parada obligada” para el turismo, pero nos interesaba las características de esta ciudad con gran influencia musulmana. ¡Y había otro estadio mundialista para visitar!

Fueron un poco más de 13 horas de viaje para 970 kilómetros.

En Kazán confluyen la cultura de oriente y occidente. Uno de los edificios más famosos de la ciudad es una mezquita y no una iglesia ortodoxa, como ocurre en el resto de Rusia, ya que el 50% de la población local es de origen musulmán.

La ciudad es atravesada por los ríos Volga y Kazanka, tiene un Kremlin nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, con calles adoquinadas cargadas de historia. En su interior se encuentra la Mezquita Qolsharif, de reciente construcción (2005) y que ostenta el título de ser la más grande de Europa. El edificio más llamativo y cargado de historia de todo el recinto es la inclinada Torre Siuyumbiké. La leyenda cuenta que la torre fue construida por los arquitectos de Iván IV de Rusia en sólo una semana con el fin de que la reina Siuyumbiké, de gran belleza, se casase con él. Pero ella prefería morir antes que unirse en matrimonio por lo que se precipitó al vacío desde el piso más alto de la torre, de quien recibe su nombre.

 

De Kazan a Moscú

El último tramo, a 820 kilómetros de Moscú. Viajamos durante 11 horas siempre en tercera clase “a los rusos”. Ya estábamos en Europa y teníamos ganas de estar en Moscú.

Hace años no lo hubiésemos imaginado, pero estábamos ahí, habíamos recorrido miles de kilómetros en un tren mítico que para muchos puede ser un sueño. Este es un sueño que se puede hacer realidad, si le tenes ganas es cuestión de planificar y arrancar. Lo podés hacer de una forma bastante económica cómo lo hicimos nosotros, y eso que llevábamos un embarazo a cuestas.

Nosotros no llegamos a gastar 3000 dólares entre los dos (más Eka, en honor a Catalina la Grande). Obvio sin aéreos. Y seguimos porque de Moscú fuimos en tren -otro tren- a San Petersburgo. 

Ni bien llegados y hasta que nos acomodamos se hizo de tardecita -eran los primeros días de primavera y la nieve había quedado atrás- y estábamos tan ansiosos de conocer la Plaza Roja que no esperamos hasta el otro día. Nos alojamos a unas 6 cuadras del punto neurálgico de Rusia. Mientras descontamos cuadras para llegar las palpitaciones fueron en aumento. Al llegar… describir que sentimos al llegar se nos hace difícil.

La Plaza Roja, Moscú, el sueño cumplido.

 

Para tener en cuenta:
  • ¡Para no perder el tren! hay que tener en cuenta los husos horarios. ¡Rusia tiene 9 usos!:
    El sistema de trenes rusos opera de acuerdo con la hora de Moscú, por lo tanto, los billetes de tren mostrarán la llegada y salida según la hora de Moscú y la diferencia de tiempo puede ser hasta de siete horas.

Por ejemplo, Irkutsk son +5 horas. Omsk +4 horas. Ekaterimburgo +2 horas y Kazán tiene mismo horario que Moscú. En el otro extremo de la capital, Vladivostok, en la costa del pacífico la diferencia horaria es +7 horas.

Y otro consejo para no perder el tren es la puntualidad. Sobre todo, para los usos y costumbres de impuntualidad argentina. Los trenes rusos son súper puntuales. En la salida y en los tiempos de espera en las estaciones. Dos minutos son dos minutos. Los maquinistas y quienes están a cargo de los trenes reciben grandes incentivos para lograr que esto sea posible.

  • Cómo hicimos con la comida: al comienzo de cada vagón hay un tanque con agua caliente. Ideal para los mates y para la comida.

    La mejor opción que encontramos (y más económica) es comprar en un super de ciudad alguna comida preparada (a la que se le agrega el agua caliente). Le agregamos sándwiches y por supuesto golosinas, café y tés. 

    Ya arriba del tren la provodnitsa (personal femenino de la que dependemos) tiene snacks a la venta y, además, pasa una chica con un carrito de supermercado con más snacks y bebidas. A ellas les compramos sopa y puré.

    Y no pudimos con la tentación de pasar ratos en el vagón restaurante, un poco más caro pero placentero. 

 

 

Muchas gracias Ana y Gus por compartir su experiencia en el Transmongoliano con nosotros! Pueden leer la primera parte acá. 

Pueden seguir las aventuras de los chicos y su hija Eka en su cuenta de instagram: @periplonomade. Para leer más acerca de sus viajes pueden entrar a su página web y chusmear:

@periplonomade


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